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Una artista de Noreña vende un chorizu por 200.000 euros.


El arte contemporáneo está de enhorabuena, y también el gochu asturcelta. Una artista de Noreña, conocida simplemente como "La Choricista"

, vendió ayer una de sus obras más revolucionarias: un chorizu pegáu a la pared con cinta americana por la friolera de 200.000 euros. Lo llamó “Intervención #3: Untar ye resistir”.


La venta se cerró en una subasta clandestina celebrada en una sidrería con wifi. El comprador, un coleccionista suizo que confundió el embutido con una performance sobre el cambio climático, no dudó en desembolsar el equivalente a 17.000 botellas de sidra El Gaiteru por llevarse la pieza a casa. Al parecer, creyó que se trataba de una crítica al capitalismo… o una merienda conceptual.


"Quise explorar el conflicto entre lo perecedero y lo perpetuo, lo popular y lo elitista, lo ahumao y lo crudo", dijo La Choricista, mientras sellaba otra obra titulada “Fabada interior”, una olla vacía sobre una peana de piedra pómez y recuerdos del Cristo.

El chorizu, de producción casera, lleva pimentón de la güela, ajo de la güerta y arte por los cuatro costillares. Fue colocado con cinta americana de alta resistencia, "porque el precinto marrón era demasiado figurativo". Según fuentes cercanas al jurado de ARCO, la obra “confronta al espectador con su propia hambre estética”.


En el concejo ya hay debate: ¿es arte, es hambre, o es simplemente Noreña manifestándose en su forma más pura? El alcalde declaró que “esto ye como lo de Duchamp, pero con más colesterol”. La Casa del Chorizo ya prepara una exposición colectiva bajo el lema: “Si te lo comes, pierdes la beca”.


Próximamente, La Choricista planea intervenir el campo de El Molinón clavando una morcilla en el banderín de córner. De momento, el chorizu sigue colgando en una galería de Basilea, donde los visitantes posan ante él sin saber si están viendo una obra de arte o la merienda del comisario.

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