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El Papa Francisco, de Coaña al Vaticano: la historia del paisano que acabó en Roma.

Actualizado: 1 may


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En un inesperado epílogo digno de una telenovela rodada entre los Picos de Europa y la Capilla Sixtina, el testamento del recientemente fallecido Papa Francisco sacó a la luz un secreto que en Coaña ya barruntaban desde hace tiempo: el Sumo Pontífice, vicario de Cristo y fan confeso del mate, llevaba sangre asturiana corriéndole por las venas… y no cualquier sangre, ¡sangre del occidente bravo!


Concretamente, según dejó por escrito en sus últimas voluntades, una rama de su familia paterna procedía de Coaña, donde aún resuenan los apellidos Vassallo entre paneras y praos. En palabras que habría dictado en sus últimos días:"Nunca entendí por qué me emocionaba tanto el olor a fabada... ahora todo encaja."


El hallazgo tuvo un efecto inmediato. En Coaña se encendieron velas, no solo por su alma, sino también por si acaso deja algún prau en herencia. La parroquia encargó una talla nueva de San Francisco con boina y bastón, y el bar del pueblo colgó un cartel que reza: “Aquí desayunaba el primo del Papa”. Si es cierto o no, poco importa: el café con leche no sabe igual desde entonces.


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Y por si esto fuera poco, ya corren rumores de que el próximo Papa podría tener también acento de la tierrina. Las quinielas eclesiásticas apuntan a un cardenal con fuertes vínculos con Colunga, que al parecer nunca dejó de bendecir la sidra antes de cada culín y cuya sotana tiene olor a manzana reineta. Algunos afirman haberlo visto en la Romería de Güerres el verano pasado, aunque iba de incógnito, con gafas de sol y camiseta de “Yo sobreviví al Descenso del Sella”.


Desde Roma, los periodistas especializados ya hablan del fenómeno como el Vaticanu asturianu, una corriente que podría traer consigo importantes reformas: beatificación exprés de las madres que organizan comilonas pa veinte sin despeinarse, indulgencia plenaria pa los que vuelven a casa a les mil pero sin armar ruido, y el reconocimiento oficial de la sidra de Asturias como líquido litúrgico celestial.


El broche final podría poner el humo de la Capilla Sixtina: expertos aseguran que la tradicional fumata blanca que anunciará un nuevo Papa saldrá con un aroma inconfundible... “¿Incienso? ¡Que va!”. “Aquello olerá a chorizu de casa y pan de escanda”. El Espíritu Santo, dicen algunos, bajará esta vez en madreñes. Por lo pronto, Coaña sigue a lo suyo, con el pecho hinchao y la ilusión de que, quizás, el alma del Papa Francisco regrese algún día, aunque sea en forma de orbayu, sidra y compangu.



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