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1 de mayo: los líderes sindicales se manifiestan en el interior de La Chalana, "por un trabajo digno para los españoles".



Eran las 13:05 cuando el Comité Supremo de Sindicatos Glamurosos (CSG), también conocido como “Los del Marisco”, acompañados por la Ministra de trabajo, Yolanda Díaz, irrumpían solemnemente en La Chalana como quien entra a tomar el Palacio de Invierno, ¡pero con babero!


“¡Trabajo digno y cigalas para todos!”, gritó uno mientras blandía una navaja de marisco con más convicción que cualquier pancarta en la historia de la lucha obrera.


Afuera llovía pancarta y bocata de chorizo, pero dentro el clima era tropical, con un leve olor a gamba a la plancha y acuerdos de convenio colectivo susurrados entre sorbos de Ribeiro. El menú revolucionario incluía:


  • Derechos laborales al vapor

  • Mejillones a la antigüedad

  • Sopa de cotizaciones con reducción de jornada

  • Y de postre, sorbete de “que trabajen otros, que yo estoy quemado.”



Sindicalismo 2.0: menos piquete, más pixín


Uno de los líderes, ataviado con un polo de marca sindical (bordado con la frase “Por la lucha... pero con mantel”) explicó entre empanada de centollo y solomillo de convenios que “los trabajadores necesitan representación real, y nosotros nos sacrificamos asistiendo a estas comidas intensivas”.


—¿Y los obreros? —preguntó un periodista freelance mientras le negaban la entrada al reservado por llevar vaqueros.—Están representados en espíritu —respondió otro líder mientras daba palmaditas al camarero y le pedía "otra ronda de empoderamiento".


El obrero, ese ente abstracto


Los sindicalistas aseguran que están en contacto constante con “la calle”. Lo que no especificaron es si se referían a la Calle Gascona. Según fuentes de cocina, entre copa y copa debatieron intensamente sobre la subida del salario mínimo, la semana laboral de 4 días y si el bogavante se pela con tenedor o con pinzas revolucionarias.

Un camarero dijo que los vio emocionarse al recordar sus orígenes humildes. “Uno lloró con el pulpo a feira”, explicó, “aunque no sé si era por la nostalgia o por la guindilla”.


Conclusión: más marisco, menos manifiesto


El manifiesto final se redactó sobre un mantel manchado de salsa verde y decía, aproximadamente:"Exigimos justicia laboral, si puede ser con vistas al mar y sin levantarse muy temprano".


Al terminar, los líderes se abrazaron entre ellos con la emoción del langostino compartido, mientras el obrero de verdad seguía esperando en la parada del autobús, mirando el ticket del súper y preguntándose si el trabajo digno viene con patatas o se cobra aparte.



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